miércoles, 27 de enero de 2010

Desastre del 98

Como ocurrio todo:





Durante su estancia en el puerto de La Habana, las autoridades españolas le dispensaron un trato exquisito con el ánimo de evitar cualquier tensión que pudiera precipitar los acontecimientos. Sin embargo, el 15 de febrero de 1.898, a las 21:40 horas de la noche se producían una o dos explosiones y se podía ver como el Maine, con la proa destrozada, se hundía llevándose consigo la vida de 266 marineros americanos.
Inmediatamente, la prensa amarilla norteamericana vió en ello la acción de una mina submarina, ofreciendo en algunos casos incluso una recompensa a quien aportase algún indicio o prueba de ello.
Las autoridades españolas abrieron una investigación para aclarar el asunto, invitando a la misma a las autoridades norteamericanas; sin embargo éstos declararon que pese a estar en aguas españolas los restos del infortunado buque eran territorio americano, por lo
que no permitieron a las autoridades españolas el que pudieran examinar los restos a conciencia.
La Comisión Técnica española determinó que la explosión había sido interna y a todas luces casual, basándose en indicios tales como el hecho de que las planchas de acero del casco del Maine estuvieran retorcidas de dentro hacia afuera; de haberse tratado de una explosión originada por una mina o un torpedo, el casco estaría retorcido hacia adentro.
Pero la Comisión de Investigación norteamericana dictaminó todo lo contrario.
Así, McKinley podía informar al Congreso norteamericano el 11 de abril de que la explosión había sido motivada por un agente externo, declarando que éste hecho era sintomático de la
situación extrema que se vivía en la isla.
La opinión pública americana entre tanto era manipulada y engañada por la prensa amarillista de su propio país, iniciándose una campaña para el reclutamiento de voluntarios mediante carteles
con el lema de "Recordad el Maine" y "Al infierno con España".
Hoy día todo hace indicar que, verdaderamente la explosión fue interna, motivada por la combustión espontánea de una carbonera junto a un pañol de municiones.
De todas maneras, el hecho de que los norteamericanos no consintieran que una comisión internacional, tal como había solicitado España, llevase a cabo las investigaciones, y que finalizada ya la guerra se negasen a llevar a cabo una nueva investigación -solicitada una vez más por España- junto al hecho de que hacia 1.911 los restos del Maine fuesen reflotados y hundidos solemnemente en una fosa del Caribe para evitar posteriores análisis y juicios, habla muy a las claras del oportunismo americano al aprovechar una desgracia para llevar a cabo sus propósitos.


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